Los grandes yoguis, santos y sabios lograron muchas cosas, precisamente porque no eran pequeñas personas tímidas sino grandes egos « enchufados » a la Tierra y a la meta dinámica del mismo cosmos. Justamente porque el ego, el alma y el Yo Soy pueden todos estar presentes simultáneamente, podemos entender mejor el significado verdadero de "estar sin ego " una noción que ha causado una cantidad excesiva de confusión.
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El "estar sin ego" no significa la ausencia de un yo funcional (eso es un psicópata, no un sabio); significa que uno no está más identificado exclusivamente con ese yo. Una de las muchas razones por las que nos da apuro la noción del "sin ego" es que la gente desea tener sabios "sin ego" para satisfacer todas sus fantasías de "santidad" o “espiritualidad”, lo que significa generalmente "estar muertos del cuello para abajo", sin deseos o voluntades carnales, sonriendo suavemente todo el rato. Quisieran que sus santos estuvieran fuera de todas las cosas que representan retos para la gente: dinero, sexo, relaciones, deseos. «Los sabios sin ego están más allá de todo esto» es lo que la gente quiere. Cabezas parlantes, es lo que quieren. Ellos piensan que la religión va a dispensarlos de todos estos instintos primitivos y entonces miran hacia la religión no para tener consejos sobre cómo vivir su vida con fe y entusiasmo sino para evitarla, reprimirla, negarla, en definitiva, escaparse de la vida.
En otras palabras las personas quieren que los líderes espirituales sean menos que una persona (sin identidad), que estén fuera de la mezcla caótica, compleja, pulsante, deseosa, urgente, que dirige a la mayor parte de los humanos; esperamos que estos sabios representen la ausencia de lo que nos dirige!. Todo aquello que nos asusta, confunde o atormenta, no queremos que les toque a ellos. Y esta ausencia, este vacío lo llamamos «estar sin ego». Pero en realidad, estar sin ego no significa ser «menos que una persona» sino «más que una persona»; una persona con unas cualidades extras, más transparentes.
Pensad en los grandes maestros, sabios y santos de Moisés a Cristo. No eran débiles o alfeñiques, sino hombres que movían a la gente, sacudían las instituciones y entusiasmaban países enteros. Lo hicieron no evitando las dimensiones humanas, físicas, emocionales y mentales, sino usando su ego como vehículo, comprometiéndose con una intensidad tal que sacudió el mundo en sus fundamentos. Estaban conectados con el alma y el Espíritu como fuente última de su poder y expresaron este poder y concretaron resultados porque hablaron en términos que todo el mundo pudo entender e identificar.
Trascender el ego no significa destruir el ego; significa conectarlo con algo más grande. El pequeño ego no se esfuma, se queda en el centro, listo para actuar en el mundo convencional. Si perdemos este ego nos volvemos sicóticos, no sabios.
Entonces utilicemos el ego, habitémoslo totalmente, vivámoslo completamente porque a través de él se comunican las verdades espirituales superiores. El Espíritu y el Alma abarcan el cuerpo, las emociones y la mente: no los borran.
Básicamente el ego no es una obstrucción al Espíritu, sino una radiante manifestación del mismo. No es necesario deshacerse del ego, más bien vivirlo con cierta exuberancia.
El maestro que entra en la vida con gozo, la vive a tope, sube en cada ola de la vida, se desliza en ella y disfruta de cada instante, nos perturba profundamente y nos asusta porque significa que nosotros también tenemos que comprometernos a todos los niveles con el gozo en lugar de escapar sobre una nube etérica. No queremos hacer surf en las olas de la vida; queremos que las olas se vayan; queremos una espiritualidad vaporosa.
Todo consiste en estar totalmente «en casa» en el cuerpo y sus deseos, la mente y sus ideas, el espíritu y su luz. Vivir la lujuria y verla jugar, entrar en las ideas y seguir su brillo, dejarse llevar por el Espíritu y entrar en la gloria sin nombre; todo en el presente permanente. En la quietud de la noche, la Diosa murmura. En el brillo del día el Dios ruge. La vida pulsa, la mente imagina, las emociones fluyen, los pensamientos preguntan. ¿Qué son sino el movimiento constante del Uno? siempre jugando con sus múltiples facetas, que son… tú mismo. Cuando las nubes flotan tranquilas en el cielo ¿no será tu propio Ser ilimitado volviendo hacia tí?
Adaptado de: ©1998 Ken Wilber
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Nota: Agradecer a YOSOY por su aportación