La reciente publicación del mapa físico definitivo del genoma humano, de forma simultánea pero independiente, por un consorcio de laboratorios financiado con fondos públicos y la compañía privada Celera, ha producido una cierta sensación de desencanto. Después de toda la pompa y boato empleado hace unos meses con el anuncio en la Casa Blanca de la clonación completa del genoma, se esperaba con inusitada expectación la siguiente etapa ahora desvelada: saber de que manera está organizado este inmenso alfabeto de letras químicas (las bases nucleotídicas que conforman el ADN) en los fragmentos discretos de información con sentido biológico (genes). Tras un primer análisis de los resultados, los científicos especialistas se mostraron un tanto sorprendidos sobre el significado del mensaje encerrado en “el libro de la vida”, cuya lectura parece abrir más interrogantes que problemas resuelve. Como suele ser frecuente en Ciencia, la solución de un enigma nos deja un tanto perplejos, porque no revela verdades absolutas, sino que representa el prolegómeno de nuevas investigaciones.
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