Niños Eléctricos
Fecha jueves, 12 de enero a las 16:37:49
Tema Niños


Carlos es con frecuencia incapaz de centrarse y prestar atención, suele cometer errores por descuido, y tiene mucha dificultad para escuchar o acabar las tareas escolares y facilidad para distraerse.

No parece escuchar cuando se le habla, pierde sus juguetes, encargos escolares, lápices y libros, se distrae fácilmente con los estímulos externos y es olvidadizo en las actividades diarias.

Este niño de diez años de edad, está en movimiento constante, habla demasiado y tiende a correr de un lado para otro en los momentos más inadecuados y a interrumpir a los demás.
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A menudo se revuelve en la silla, abandona su asiento en la clase, está "en marcha" o actúa como "impulsado por un motor". Además, tanto en su casa como en el colegio se muestra incapaz de controlar sus reacciones, espeta comentarios inadecuados o suele cruzar la calle corriendo sin mirar.
Tiende a soltar las respuestas antes de acabar las preguntas, a interrumpir o importunar a los demás y le cuesta mucho esperar su turno.
Todas estas actitudes y conductas infantiles son distintas manifestaciones de falta de atención, hiperactividad e impulsividad, los tres síntomas nucleares que caracterizan el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), según explica la doctora María Jesús Mardomingo, jefa de Psiquiatría y Psicología Infantil del Hospital Universitario Gregorio Marañón, de Madrid.

Un problema muy frecuente.

El TDAH es el trastorno de conducta más frecuente en los niños, con una proporción de afectados en la edad escolar que oscila entre el 3-7 por ciento y el 12-19 por ciento, según los criterios diagnósticos empleados y la zona del mundo considerada.
Este desorden se suele manifestar en los primeros años de la vida, con síntomas claros antes de los siete años, y los niños varones tienen el triple de posibilidades que las niñas de padecerlo.
En más del 60 por ciento de los casos, el TDAH persiste en la edad adulta y se asocia a problemas emocionales y sociales continuos, desempleo, criminalidad y abuso de sustancias.
Pese a que los síntomas delinean un cuadro característico, hay muchos niños sin diagnosticar y, por tanto, sin tratar. Incluso algunos diagnosticados no reciben un tratamiento apropiado.
En algunos casos, los padres no reconocen que su hijo pueda tener un trastorno y creen que es un niño movido. A esto se une el escaso conocimiento de este desarreglo entre los profesores.
Pero ambos grupos sufren las consecuencias: los padres tienen sentimientos de frustración, tristeza y decepción que ocasionan estrés y tensiones familiares, absentismo y un bajo rendimiento laboral.
Los profesores sienten una continua insatisfacción ante un alumno que no colabora y no sigue las normas. Además, el propio niño acaba teniendo problemas académicos, de relación social y familiar, y muchos tienden a consumir sustancias de abuso y/o alcohol cuando llegan a la adolescencia o la edad adulta, si no reciben un tratamiento adecuado.
Según los especialistas, los pacientes tratados adecuadamente mediante fármacos y la psicoterapia cognitivo conductual tienen una mejor evolución en la adolescencia y la edad adulta, que se traduce en mejores resultados académicos, llegando a alcanzar una mejor cualificación profesional, además de mejorar la interrelación con padres, familias, profesores y amigos.

Un medicamento cada vez más eficaz

Hasta ahora el tratamiento de este trastorno se ha basado en el uso de sustancias estimulantes, como el metilfenidato de acción inmediata, un fármaco eficaz pero que debe administrarse en tres dosis diarias, lo cual era un escollo para los padres, que debían confiar el fármaco a los profesores, que en algunos lugares tienen prohibida la administración de fármacos a alumnos, y para los niños, que habían de recibir medicación ante sus compañeros.
El metilfenidato bloquea la "recaptación" de dos sustancias cerebrales, aumentando su disponibilidad: la dopamina, que activa los sistemas responsables de la "recompensa" o del refuerzo del comportamiento socialmente aceptado, y el control de la actividad física, y la noradrenalina, que controla el estado de alerta, la capacidad para prestar una atención selectiva, el sentido de la orientación y la respuesta a los estímulos sensitivos.
Según el doctor Jaime Campos, jefe de Neuropediatría del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, "una de las principales innovaciones en el tratamiento del TDAH, es el clorhidrato de metilfenidato (Concerta), un comprimido que se toma en una sola dosis diaria y libera el fármaco de forma gradual garantizando su presencia uniforme en la sangre a lo largo de todo el día".
"Los síntomas del TDAH, dice Mardomingo, se manifiestan cuando el niño es muy pequeño. Algunas embarazadas notan que el feto tiene una gran inquietud y se mueve mucho.
Otras veces los padres empiezan a notar, durante los tres primeros años de vida, que sus niños son inquietos, empiezan a correr antes que a andar y duermen poco, y se resisten a introducir la alimentación sólida o nuevos alimentos". El niño es oposicionista, tiende a desobedecer y a no escuchar cuando se le habla.
Durante los primeros años de la escuela, los niños con TDAH pueden experimentar trastornos del habla o dificultad para expresar sus ideas y emociones. Pueden aparecer problemas de rendimiento y motivación, razonamiento verbal e interacción social.
Su comportamiento poco atento, impulsivo e inquieto en el aula tiende a interrumpir el proceso de aprendizaje, causando unos deficientes logros académicos y la repetición de cursos.
Los niños con TDAH tienen más probabilidades de desarrollar una baja autoestima, enfrentarse al rechazo de sus compañeros, y enfermedades como la depresión o la ansiedad.
De la niñez a la edad adultaSegún Mardomingo, "El TDAH suele evolucionar de forma crónica y en el 50 por ciento de los casos los síntomas persisten hasta la vida adulta.
Sin tratamiento adecuado, los adolescentes continúan con problemas de comportamiento, interacción personal, adaptación social, y muchos pueden repetir curso, ser expulsados o incluso terminar los estudios prematuramente".
Los adultos tienen dificultades para atender y concentrarse, impulsividad y problemas en las relaciones interpersonales y laborales.
En uno de cada tres niños con TDAH el padre tiene a su vez este trastorno, que está definido en el Manual DSM-IV, de la Asociación Americana de Psiquiatría y en la Clasificación internacional CIE-10, de la Organización Mundial de la Salud.
Para el doctor Jaime Campos, "aunque no se ha identificado todavía la causa definitiva del TDAH, hay indicios de que factores biológicos que desempeñan una función clave en la enfermedad, particularmente un déficit de dos neurotransmisores cerebrales: la dopamina y la noradrenalina".
También existen pruebas de que el TDAH tiene una gran base hereditaria, aunque el trabajo para identificar cuáles son las secuencias de genes implicadas está todavía en sus fases iniciales.
Se sabe que los niños en edad escolar con parientes de primer grado con TDAH tienen más probabilidades de presentar el trastorno que los que no tienen familiares afectados.
Los padres, profesores y compañeros notan que los niños hiperactivos son más agresivos, destructivos, dominantes, entrometidos y ruidosos que sus compañeros, y los rechazan.
Las familias de los niños con TDAH sufren también los efectos de la enfermedad. Sus padres experimentan más estrés, así como un mayor aislamiento social, depresión, un bajo sentido de la autoestima, consumo de alcohol y conflictos conyugales.
Sus hermanos pueden sentir estrés o resentimiento hacia su hermano hiperactivo y destructivo, y sentirse desatendidos por unos padres que dedican más tiempo a disciplinar o a educar al hermano con TDAH, o a llevarlo a la terapia o a las consultas médicas.

Terapia para el afectado y la familia

Según explica ala doctora Mardomingo, "el tratamiento del TDAH debe consistir en un programa terapéutico adaptado individualmente, que con frecuencia incluye medicamentos e intervenciones psicológicas, educativas y sociales.
Para que el éxito sea mayor, el niño afectado, sus padres, otros miembros de la familia y los profesores o administradores de la escuela deben participar de manera activa".
Para el Instituto Nacional para la Excelencia Clínica, del Reino Unido, un programa terapéutico exhaustivo debe consistir en un asesoramiento y apoyo para los padres y profesores, y puede incluir un tratamiento psicológico específico, como terapia del comportamiento.
Se ha constatado que cuando el metilfenidato, se administra conforme a las normas recomendadas sólo o en combinación con terapia del comportamiento, los resultados son mejores que con los tratamientos conductuales solos.



Agradecer a Sabina por su aportación



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